20.12.08

Aquella tarde cuando me acerque a su puerta, grité tan fuerte su nombre, nadie acudió a mí, una vez más ignorada por el mundo. Sólo un perro de mirada triste ladraba mientras se alejaba.
Decidí entonces caminar por aquellas calles plagadas de tu humor, infectadas como aquel perro sarnoso que me ladraba, y pensé mucho en ti, créeme que lo hice. Aquella tarde te tenía en la frente como una hoja de metal fría, más fría que tu mirada.A lo lejos las gentes se apresuraban y recordé las veces que te juré amar. Un viento espeso así como los de noviembre atrajo mi atención. Vi en lo distante, la danza apocalíptica de la naturaleza, entre el humo y el basural dos buitres negros danzaban licenciosamente como en un carnaval.El perro desde entonces ya no ladra más, la sarna de su cuerpo infectó toda la ciudad, los hombres y las mujeres ya no son los mismos. Ahora odian más.Hoy yo vivo mi vida, donde de vez en cuando me detengo para llorar y muchas veces para pensar si todo es verdad.Ahora me acerco al fin de mis días y una vez más me pregunto ¿será la muerte la única verdad?










(La historia de todos los días, es más compleja que una novela)